Así es el Switch del Festival Viña 2013

Por estos días en Chile se produce el Festival de la canción más grande e importante a nivel latinoamericano, aunque de festival como tal cada día le queda menos, puesto que se ha impuesto el show televisivo por sobre aquello que, los más viejos como este servidor, tanto disfrutaban, el espectáculo para el público, la capacidad del «monstruo» de dar o quitar la venia a un artista, en fin. Hoy cada vez hay menos fiesta y más rigurosidad para batallar por el rating y como no, los que se encierran en esa burbuja tecnológica son los primeros responsables. Luego del salto, un detallado relato de lo que ocurre al interior del switch del festival de viña del mar en una noche «común y corriente».

Viña 2013 y el switch de TV por dentro

Lo que se ve en pantalla se maneja más cerca de la galería, a un costado de la Quinta Vergara misma. Ahí en un largo contenedor, que a simple vista no tiene mucho cuento, está instalado, en pleno, el equipo de dirección de la transmisión.

En la sala oscura están sentadas una docena de personas lideradas por el director Alex Hernández. Ahí en primera fila está la editora de la transmisión, que se encarga de los libretos y, de pie, el asistente de dirección, que alerta a Hernández sobre posibles planos a enfocar, y a su lado, otro encargado de estar atento a lo que puede venir. Atrás, sentados juntos, están los encargados de las inserciones comerciales, y a la derecha de ellos, los encargados de audio. Delante de Hernández hay una hilera de quince monitores que le dan la vista de todo lo que sucede en la Quinta Vergara, y que son casi la única fuente de luz de la caseta. El resto viene de los interruptores que el director debe accionar para hacer los cambios de cámara.

En cinco de los monitores se subdividen las pantallas para mostrar las quince cámaras que están distribuidas en el lugar. Arriba, otros tres muestran lo que está en pantalla, lo que viene y lo que pasó. En una esquina, arriba, se puede ver la transmisión y lo que está mostrando la competencia: Mundos Opuestos 2 y Separados, sin volumen. Y al lado, la imagen de cámaras que muestran los dos costados del escenario, el foso de la orquesta y el sector donde se preparan los artistas a salir.

Todo se ve de última tecnología, aunque igual hay espacio para una concesión a la era analógica: el listado de canciones está impreso en una simple hoja tamaño carta con anotaciones que indican cuándo entrarán los animadores y cuándo se harán los cortes y que pasa de mano en mano.

En un notebook, el rating online lanza las cifras de audiencia minuto a minuto. La sintonía arroja 36 puntos y en pantalla Romeo Santos [esto fue la segunda noche de festival] canta uno de sus éxitos mientras Hernández no puede evitar moverse en la silla, al ritmo del ex líder de Aventura. Su asistente de dirección también se mueve al ritmo de la música mientras le hace sugerencias. No hay gritos ni mayores sobresaltos, pero la sensación de adrenalina y de que mucho está en juego es constante.

El director no para de dar instrucciones en sus fonos, mover las manos y seguir con la vista cada movimiento. “Cierra en el corazón, cierra en el corazón”, lanza Hernández y en pantalla el gesto que Santos hace con las manos queda al centro de la acción. Luego siguen las frases que dominarán todo el show del ex Aventura: “11, 7, prepara la 13” y sus distintas variantes. Y cuando en el monitor aparece una toma con la galería, se hace evidente lo que ha sido una de las declaraciones más repetidas por el equipo de esta edición: que quieren que el público sea el protagonista. Por eso, Hernández da la orden sin vacilar: “Cierra en el público, cierra, cierra, cierra” y al poco rato lanza un espontáneo “eso está bonito, mantente” cuando una cámara enfoca las manos de un miembro del público nuevamente con el gesto del corazón. Corte y sigue el show.